jueves, 13 de marzo de 2008

MANUEL ÁNGEL PEREDA VIÑA


Hay un Pensamiento. Y hay un No Pensamiento. Este último al tiempo impulsa y arrastra a la especie humana hacia una autodestrucción autómata regenerada. Éste último, degrada la conciencia del primero. Violencia, Pederastia, Miedo. La ciencia del arte deja al descubierto el esqueleto de una esquina… Violaciones, Envidia, Mutilaciones, Lapidación, Tortura, Maldad, Guerra, Codicia, Jerarquías… La verdad de la autoconciencia ausente, es casi un imperativo tan categórico como el de que La Verdad No Existe.
Hijos de la guerra. La violencia arrastra tras de si a la infancia, en reguero de sangre literal y metafórico. De abrasadoras llamas, de ácidos y tejidos derretidos.
Hay un espacio que es nido recóndito en el subconsciente patológico del enfermo ira, virus latente en la conducta. Recién nacidos ahogados con el cordón umbilical propio. En ese Espacio-Nido del No-Pensamiento y de desorden no hay bonit@. La realidad aparente se transforma al compás de la respiración ahogada, forzada. Armonizada a la par por el zumbar de las moscas intermitentes y algún llanto espontáneo.
Este nido, este Espejo subliminal ante el cual el ser humano de a pie reacciona, se construye como un espacio interactivo en el cual las pulsiones más obscuras del ser humano como especie, se dan cita en “la representación objeto” del avance desastroso por la que ésta, irracional, transita.
Así el feto (actor) forma parte de este útero nocivo del que renace y se desliga para salir al exterior del espacio nodriza con el fin de propagarse como un cáncer y extender el ciclo-bucle.

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