jueves, 13 de marzo de 2008

IDAIRA DEL CASTILLO ESTÉVEZ

En la actualidad, desde hace como unos dos siglos nos encontramos en la era del consumismo. Un consumismo que se basa en las relaciones de causa efecto, es decir, que con mi trabajo genero dinero con el que comprar cosas; cosas que son medidas y mensurables con un precio concreto (actualmente en euros) que hace que pierda su carga de valor simbólico que anteriormente este objeto tenía, para convertir en extraño todo lo que tenía de sensible, dando lugar a una mera mercancía intercambiable.
Podría decirse que al perder este valor simbólico se crea una especie de espejismo, donde la apariencia y la identidad van de la mano. Hoy en día te puedes comprar una identidad en Zara, en Stradivarius, o en el rastro si prefieres ser más sutil, solo es cuestión de gustos. Frecuentar ciertos círculos y llevar un X tipo de vida tiene una apariencia especifica, con algunas variaciones que contribuyan a falsear esa identidad que creemos que es propia, pero que nos viene dada culturalmente.
La identidad de nuestro aspecto y de nuestros objetos, pretende capturar una esencia que se perdió hace ya tiempo.

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